Creo que para explicarlo hay que tener en cuenta un dato importante, el personal docente está dividido en dos clases de trabajadores: tipo A *y tipo B*. Los trabajadores de tipo A son aquéllos que gozan de ciertos privilegios respecto a los trabajadores de tipo B. Los trabajadores de tipo B son los permiten que los trabajadores de tipo A ejerzan sus derechos, aunque no pueden disfrutarlos ellos mismos. Como es lógico los trabajadores de tipo B quieren tener derechos como los del tipo A. Hasta ahora los trabajadores de tipo B solo han conocido una forma de conseguir esos derechos: la que la Administración les ha marcado. Las fórmulas de la Administración han variado a lo largo de los años en muchos aspectos pero hay uno en el que no. Me refiero al hecho de mantener al colectivo docente dividido entre trabajadores de tipo A y B. Se trata de una reproducción virtual y a pequeña escala de la sociedad de clases, que está basada en el principio de privilegios para unos en detrimento de los otros. Es decir, que en el colectivo docente no puede haber unidad mientras no salgamos de esa dicotomía. Pero al igual que en cualquier sociedad de clases, los privilegiados temen por perder sus derechos si se hacen extensibles a todos. Parece que actuamos más para salvarnos individualmente que para salvarnos colectivamente. Hasta ahora ha funcionado así pero la crisis ha puesto todo "patas arriba".
Son momentos de debate, de reflexión y de actuaciones. Las crisis son oportunidades para cambiar.
*trabajadores de tipo A: cobran de los presupuestos del Estado.
trabajadores de tipo B: cobran de los presupuestos de cada año, sujetos a variaciones coyunturales. Se pueden despedir sin costes para la Administración ni limitaciones y volver a contratar.....siempre, durante años y años y años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario