viernes, 4 de enero de 2008

FUNDAMENTALISMO CATÓLICO ESPAÑOL



Enseñar a pensar y enseñar a convivir. Cualquiera estaría de acuerdo en reconocer estos dos objetivos para la Educación Obligatoria. Las discrepancias comienzan cuando toca definir el cómo. ¿Cómo hay que enseñar a pensar a las niñas y a los niños? ¿Bajo que reglas se ha de establecer la convivencia?.
Cabe recordar en este momento que en marzo de 2004, cuando el Partido Popular perdió las Elecciones Generales, se estaba poniendo en marcha la Ley de Calidad de la Educación, que pretendía devolver el estatus de asignatura a la Religión y la obligación de cursar una asignatura alternativa al alumnado no católico. El PP devolvía a la jerarquía eclesiástica el poder de intervenir en la educación a través de la “nota de religión” y penalizaba a los no practicantes con una nueva asignatura, un bodrio llamado “Sociedad, cultura y religión”, que venía a ser una versión de la Religión para no católicos. El mensaje fundamental de ambas asignaturas consistía en formar la mente de las niñas y los niños social, cultural y religiosamente.
Pero el 14 de marzo de 2004 el PSOE ganó las elecciones y paralizó la aplicación de esta normativa . De nuevo la Religión dejaba de formar parte de las Titulaciones y el alumnado no católico no era obligado a cursar una asignatura especial para no católicos. (El Tribunal Constitucional ya había dicho que obligar a los no católicos a estudiar algo porque los católicos estudian su religión es anticonstitucional. No sé si me equivoco porque al PP parecía no importarle el respeto a los derechos de los no católicos)
El caso es que llevamos treinta años -toda la etapa democrática- mareando la perdiz de la educación religiosa y de la educación en valores.
La Educación Pública la financiamos todas y todos: Ateas, ateos, agnósticas, agnósticos, monoteístas y politeístas. Así es la sociedad española del siglo XXI, una sociedad plural que paga sus impuestos y financia los servicios públicos. Para que esta sociedad funcione es necesario que las ciudadanas y ciudadanos estemos mínimamente contentos y paguemos nuestros impuestos. Si las leyes se hicieran para satisfacer a una parte de la sociedad, y no a toda la sociedad, el descontento produciría malestar social y nuestra “competitividad” disminuiría más.
La pretensión de algunas gentes de que les financien sólo a ellos su manera de vivir y a los demás que nos folle un buey loco, es propia de un grupo sectario que se cree poseedor de la Única Verdad.
Los totalitarismos religiosos son inherentes a las propias religiones tal como lo son los ultrasur a los equipos de fútbol. Se los tolera, se simpatiza, se les ríen las bromas violentas, hasta que, como decía la canción, “van a por mí”. Entonces es demasiado tarde. Entonces ya no tienes a nadie para defenderte porque quienes te defendían cayeron antes que tú.
Volviendo a lo de los valores y la educación. Esa gente que quiere objetar sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía alegando que en su casa mandan ellos y ellas, deberían saber que lo privado también forma parte de la sociedad y que los hijos y las hijas no son una propiedad privada de los padres y las madres. Los hijos y las hijas ante todo son personas con derechos. Entre esos derechos está el derecho a ser informados de la sociedad, plural, en la que viven. Aislarlos en burbujas educativas es negativo para su salud y para el bienestar de la sociedad.
Como decía al principio, la cuestión es enseñar a pensar. Sólo desde la libertad es posible tener un criterio para que nuestros pensamientos sean fructíferos. Sin criterio no hay pensamiento y sin libertad no hay criterio. Pero la libertad no es la libertad de adoctrinar a mis hijos e hijas, eso se llama fundamentalismo.