sábado, 27 de septiembre de 2008

Tutora de 3º de Primaria

Este año empiezo el curso con un Tercero de 23 alumnos. El colegio está ubicado en el centro del casco urbano y es de pequeñas dimensiones. Consta de tres edificios en los que se ubican las distintas aulas, además de un bonito gimnasio, una pista de deportes y dos patios de arena, uno para los pequeños y otro para los mayores, semicubierto. Desde el patio se pueden ver las montañas cercanas.

El aula es de pequeñas dimensiones. Apenas caben las dos columnas de mesas puestas de dos en dos. Casi debajo del perchero he colocado otras tres mesas solitarias porque ya no cabían más parejas. Esas tres las ocuparán los que más molesten a sus compañeros cada semana.

El primer día que llegué a trabajar me pusieron unas cuantas cajas de materiales diversos en el aula y me dieron una lista con 23 nombres y un horario. A las nueve recogí a mi grupo en el patio y nos encaminamos a nuestro destino. Lo primero fue colocarlos. Había tenido el tiempo justo de ubicar las mesas y fueron sentándose por orden de lista. De la A a la Z. Del 1 al 23. Cifras y letras.

De esto hace ya dos semanas. Ahora ya conozco el nombre de cada uno y algunas de sus cualidades y capacidades.

El mundo de los 8 años tiene su dureza. Un grupo de unos diez o doce durante el recreo del viernes se arremolinaron junto a la puerta, cerrada, del colegio. Armaban un poco de ruido y me acerqué a preguntarles por qué estaban allí. Me dijeron que querían escapar y les contesté que les quedaba para rato. Hasta los 16 años tenéis que estar aquí -dije- y luego la carrera. La carrera sí, me respondió una de las responsables ideológicas del grupo. Pues para llegar a la carrera tenéis que pasar por esto. Con estas palabras me di media vuelta y les dejé solos y arremolinados en las verjas.

El lunes les explicaré más despacio en qué consiste eso de "ir al colegio".

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