viernes, 14 de marzo de 2008

La falaz objeción de conciencia que ampara la derecha madrileña

Y es que no es lo mismo negarse a ir al servicio militar, que exige el manejo de armas para matar enemigos, que negarse a que tus hijos e hijas aprendan a vivir en sociedad.
No sólo los padres y las madres tienen derecho a educar en valores. En este tema, como en todos, son las leyes las que tienen la última palabra. Si a unos padres les parece mal que se casen las personas del mismo sexo, lo que no puede hacer es educar a sus hijos para que piensen que el matrimonio homosexual "está mal", que los homosexuales merecen lástima. Jamás se nos ocurriría permitir que unos padres eduquen a sus hijos en el valor de que "robar es legítimo", por más que esas sean las convicciones de la familia y tengan derecho a educar moralmente a sus hijos e hijas.
Creo que hay motivos para actuar frente a unos padres que enseñen a sus hijos valores que atenten contra la convivencia democrática. No se puede enseñar a los hijos que robar está bien ni se les puede decir que Dios condena la homosexualidad. En una sociedad democrática las reglas del juego no las ponen los hombres en nombre de Dios; las reglas las ponemos las mujeres y los hombres a través de las instituciones democráticas.
Ni curas, ni padres ni madres, ni presidentas de comunidades autonómicas son nadie al lado de lo que dice el Parlamento.
La joven democracia española todavía tiene que reciclar a muchas personas que creen que España se construye a las órdenes de Dios por boca de obispos y curas.

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